Arles, con sus poco más de cincuenta mil habitantes es aparentemente una de las muchas ciudades de la antigua provincia francesa de Provenza. Una iglesia románica, algunos vestigios romanos, un río, el Ródano, que se encamina ya hacia su desembocadura, el recuerdo de un rey trovador...
Sin embargo, al adentrarnos por las calles que el tiempo ha trazado pacientemente durante siglos hasta sus Arenas (el anfiteatro romano), parece sonar aún el eco del griterío con el que las multitudes excitadas por los bárbaros juegos, aclamaban en honor de sus dioses.
Los griegos, instalados desde el siglo VIII antes de nuestra era en la vecina Marsella, fndaron aquí uno de sus primeros establecimientos para comerciar con las rudas tribus del norte. Ubicada, por haber sido capital de la Galia romana, en una encrucijada a la que acuden todas las antiguas calzadas que unían Italia y Suiza con España, Arles se transformaría durante la Edad Media en una etapa fundamental del Camino Jacobeo.
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